sábado, 15 de mayo de 2010

La soledad del Hombre

  • INTRODUCCION

    La soledad es objeto de muchos análisis realizados por los estudiosos de la conducta humana. Es precisamente, en los terrenos de la ciencia psicológica y de la psiquiatría, donde se le ha estudiado mas profundamente por ser una manifestación clínica de muchas enfermedades de tipo mental. Es parte del cuadro clínico de las enfermedades depresivas, de algunos tipos de psicosis (Maniaco-depresivas), y de algunos cuadros de la geriatría, precisamente por ser aquí donde se presenta en una forma mas descarnada y quizás, por ser los momentos de la vida del ser humano, donde ya todo está llegando a sus etapas finales.

    Este estado de saparatidad del ser humano con respecto a sus iguales, es sentido de manera consciente o inconsciente por todos en cualquier momento de nuestras vidas. A la soledad se le han compuesto las mas variadas canciones, y se la ha asimilado al “dolor desgarrador” que produce la separación del “ser amado”. Casi se asemeja Amor a Soledad. Muchos cantos al amor se han convertido en himnos a la soledad y al sufrimiento de los amantes. Los hospitales psiquiátricos se encuentran llenos de pacientes cuyo sufrimiento se puede sintetizar en la soledad y en el estado de saparatidad que sienten con su medio. La soledad es un miedo no entendido por la mayoría de los hombres, pero es un estado por el que muy pocos quieren pasar.

    Sin embargo, en nuestro caso, hemos querido sacar el análisis de la soledad del ámbito del amor y, un tanto, de los enfoques psicológicos de las enfermedades mentales. Para nosotros la soledad del hombre es una situación mucho mas compleja que el simple sufrimiento por la ausencia de compañía circunstancial. Es un producto social que niega la esencia social del hombre. Es un impedimento para la comunión entre el hombre con sus iguales. Una barrera que impide la unión de intereses comunes entre los hombres a fin de satisfacer sus necesidades.

    Hemos querido plantear la problemática de la soledad mas bien estudiándola desde un enfoque filosófico y social; ya que el hombre, confundido por su posición en el mundo cada día mas próximo y a la vez mas impersonal, se encuentra obligado a mantener relaciones de diversa índole con sus semejantes. Desde esta perspectiva, la soledad es un estado que impide la convivencia entre los seres humanos.

    Vivimos en una sociedad que nos obliga a aislarnos, en una sociedad donde las escalas de valores están invertidas y donde la anarquía predominante en todos los ámbitos sociales, impiden la conformación de esquemas mínimos de acción y convivencia.

    Hemos presentado un análisis de la soledad en forma de ensayo con el interés de aclararnos, mas que con la intención de especializarnos. Hemos recorrido un camino, que mas que explicar la soledad, aclara las condiciones que la permiten, que la crean y que le dan forma y consistencia. Partiendo de una explicación de la esencia de la Naturaleza Humana hemos visualizado al hombre como un Ser Social. La naturaleza separadora de la sociedad donde se desenvuelve el hombre la hemos visualizado desde sus raíces alienantes; para luego llegar a definir lo que caracteriza a un Ser Humano Solo, separado de su entorno y de si mismo.

    Por ultimo hemos intentado dar una visión de una posible salida del hombre a fin de aliviar la crisis existencial de nuestros tiempos: Vivir solo, separado del mundo, y rodeado de otros seres; que, a su vez, sienten lo mismo hacia nosotros mismos.

    UNA VISION NECESARIA ACERCA DE LA NATURALEZA DEL HOMBRE...

    En una época en que los científicos sociales comienzan a hablar de la “muchedumbre solitaria”, nos preguntamos acerca del futuro de las relaciones humanas, cuya progresiva neurotización es probablemente el síntoma mas alarmante de una sociedad cada vez mas enferma, como lo constituye la sociedad humana de nuestros días.

    Se hace evidente que vivimos en un mundo que condena al hombre a la soledad. En un sistema en que la competencia, a todos los niveles, parece ser la motivación mas poderosa; donde el individuo se acostumbra a ver a los demás como rivales mas que como semejantes y, donde el espíritu de solidaridad queda ahogado por la agresividad impuesta por las circunstancias.

    Pero ésta “agresividad circunstancial” ha sido objeto de profundas reflexiones acerca de si forma parte de la naturaleza humana. Se ha demostrado a través de las leyes de la evolución que la agresión biológicamente adaptativa está al servicio de la vida y es un impulso que el hombre comparte con todos los animales; pero también existe una canalización de los impulsos agresivos en el hombre que ya quedan en el campo eminentemente humano haciendo del hombre el único ser sobre el planeta capaz de sentir impulsos que lo mueven a matar y torturar sintiendo placer en ello, y que lo califican como el único animal capaz de aniquilar a individuos de su misma especie sin ningún provecho racional, biológico ni económico.

    Sin embargo la agresión no solo se materializa en términos concretos de violencia física sino que con el desarrollo de la sociedad moderna y sus formas de organización se han hecho cada vez mas sutiles las formas de agresión y de control social existentes entre los seres humanos; a tal punto que existe todo un conjunto de mecanismos que arropan el universo de las relaciones humanas creando estados de saparatidad entre los individuos que se relacionan, los cuales no consiguen el vaso comunicante que les permita una comunión de intereses y acciones vitales para la satisfacción de sus necesidades.

    Este conjunto de reflexiones, entre otras, nos lleva a pensar sobre si es valido hablar de una “naturaleza humana”; si existen una determinada cantidad de atributos específicos de la especie a la cual pertenecemos, y cuales son las características de estos atributos que nos definirían. Además de establecer, para efecto de nuestro análisis, si dentro de este conjunto de características, la soledad conforma un estado que niega o le es propio a la especificidad humana.

    Para la mayoría de los pensadores, desde los filósofos griegos, era patente que hay algo llamado naturaleza humana, algo que forma la esencia del hombre. Aunque con opiniones distintas, se estaba de acuerdo en que tal esencia existe; es decir, que hay algo en cuya virtud el hombre es hombre. Así, se ha llegado a definir al hombre como un ser racional, un animal social, un animal capaz de hacer instrumentos (Homo faber) o un animal que hace símbolos.

    Un enfoque histórico del hombre, a partir de un examen de la historia de la humanidad, indica que el hombre de nuestra época es tan diferente al hombre de tiempos pasados, que parecería poco realista suponer que en todas las épocas habían tenido los hombre en común algo llamado “naturaleza humana”.

    El modo de ver histórico se corrobora a partir de los estudios en el campo de la antropología cultural. El estudio de los pueblos primitivos ha revelado tal diversidad de costumbre, valores, sentimientos y pensamientos, que muchos antropólogos han llegado a la idea de que el hombre nació como una hoja de papel en blanco, donde cada cultura pone su texto.

    Al tratar de definir una esencia común a todos los hombres, los pensadores de diversas épocas, han abusado del uso de la idea de la existencia de una naturaleza humana, a cuyo amparo se han escudado para cometer los actos mas inhumanos. En nombre de la naturaleza humana, por ejemplo, desde Aristóteles hasta muchos pensadores del siglo XVIII defendieron la esclavitud; o bien para defender la racionalidad y necesidad de la forma capitalista de la sociedad, algunos estudiosos han tratado de defender la adquisitividad, la competitividad y el egoísmo como rasgos humanos innatos.

    Sin embargo, el argumento principal en favor de la suposición de que hay una naturaleza humana es que podemos definir la esencia del homo sapiens en términos morfológicos, anatómicos, fisiológicos y neurológicos; presentando una definición exacta y generalmente aceptada de la especie humana con datos relativos a la postura, la formación del cerebro, los dientes, el régimen alimenticio y otros muchos factores con los que los diferenciamos claramente de los primates no humanos mas adelantados. Además del hecho, también aceptado, de que el hombre es un animal cultural y social, y que ha creado culturas y sociedades únicas en su genero y su complejidad.

    Independientemente de la discusión de los pensadores, acerca de la existencia de una naturaleza humana, nosotros pensamos que existen un conjunto de características propias de nuestra especie y que nos diferencia de las otras especies en el hecho de que nuestro comportamiento ante nuestro entorno se encuentra alejado de nuestra dotación instintiva. Aparte de algunas reacciones elementales como al peligro o a los estímulos sexuales, no hay programa heredado que oriente al hombre sobre lo que debe decidir en muchos casos en que su vida dependa de una decisión acertada; lo cual coloca al hombre, desde el punto de vista biológico como la especie mas desvalida y frágil de todos los animales.

    El proceso de reducción creciente en la determinación del comportamiento por los instintos puede trazarse como un continuo, en cuyo extremo cero hallaremos las formas mas bajas de la evolución animal y el grado mas alto de determinación instintiva, que va decreciendo con la evolución hasta los primates y llega a cierto nivel en los mamíferos; mientras que, la otra tendencia de la evolución animal, traza la evolución como un continuo, en cuyo extremo cero hallaremos los animales inferiores, con su estructura nerviosa mas primitiva y un numero relativamente pequeño de neuronas; y en el otro, el hombre, con una estructura cerebral mayor y mas compleja con un numero verdaderamente fantástico de conexiones interneuronales.

    Este proceso de combinación de determinación instintiva mínima y desarrollo cerebral máximo, ausente en cualquier otra evolución animal, desde el punto de vista biológico, es el fenómeno trascendental en la conformación de nuestra especie. A partir del desarrollo de nuestro cerebro y sus capacidades de funcionamiento, es donde se establece el equilibrio con nuestros déficits instintivos, y le permiten al hombre adquirir la ventaja y el dominio sobre el resto de las especies existentes en nuestro planeta.

    Este extraordinario desarrollo de su cerebro permite al hombre el desarrollo de sus funciones intelectuales. El intelecto guía al hombre hacia decisiones acertadas y su pensamiento ha adquirido una particularidad enteramente nueva; la conciencia de si mismo. El hombre es el único animal que no solo tiene inteligencia instrumental sino razón, capacidad de aplicar su pensamiento a la comprensión objetiva, o sea a conocer la naturaleza de las cosas tales y como son en si y no solo como medio para su satisfacción, el hombre sabe que es un ser aparte de la naturaleza y de los demás; comprende su impotencia y su ignorancia, y tiene conciencia de que su fin será la muerte.

    La conciencia de si mismo, la razón y la imaginación han trastornado la “armonía” que caracteriza la existencia del animal. Su aparición ha hecho del hombre una anomalía, un mounstro del universo. Forma parte de la naturaleza, está sometido a sus leyes físicas y no puede cambiarlas, pero trasciende la naturaleza.

    El hombre es el único animal que no se siente en la naturaleza como en su casa, que puede sentirse expulsado del paraíso, el único animal para quien su propia existencia es un problema que tiene que resolver y que no puede soslayar. No puede volver al estado prehumano de armonía con la naturaleza y no sabe adonde llegará si sigue avanzando. La contradicción existencial del hombre produce un estado de desequilibrio constante, el cual lo distingue del animal, que vive efectivamente en armonía con la naturaleza. Esto no significa que el animal lleve necesariamente una vida pacifica, pero si que tiene su nicho ecológico especifico, al que se han adaptado sus cualidades físicas por el proceso de la evolución.

    Este desequilibrio existencial e inevitable del hombre lo ha empujado hacia un proceso de creación de si mismo en la búsqueda de una estabilidad relativa, lo ha obligado a almacenar su experiencia y a conformar una cultura. En su historia el hombre cambia de ambiente y en este proceso se cambia a si mismo. Aumenta su conocimiento, pero también la conciencia que de su ignorancia tiene; se experimenta como individuo, pero también siente la necesidad de unirse a sus iguales de especie, creando unidades sociales grandes y eficientes, y tomando conciencia de su ser social. Aumenta su capacidad de producción material, pero en el proceso se hace voraz , egoísta, y esclavo de las cosas que crea.

    Esto nos lleva a buscar la índole del hombre, imposible de definir en función de una cualidad especifica, en función de las contradicciones que caracterizan la existencia humana y radican en la dicotomía biológica entre los instintos faltantes y la conciencia de si mismo. Este conflicto existencial produce ciertas necesidades psíquicas comunes a todos los hombres. Se ve obligado a sobreponerse al horror de su apartamiento, de su impotencia y de su desorientación y a hallar nuevas formas de relacionarse con el mundo que lo rodea.

    La facultad que posee el hombre de tener conciencia de si mismo, de razonar e imaginar requiere un cuadro del mundo y de su lugar en él, que esté estructurado y tenga una cohesión interna. El hombre necesita un plano de su mundo natural y social, y sin él se confundiría y sería incapaz de obrar atinada y consecuentemente. No tendría modo de orientarse y de hallar un punto fijo que le permitiera organizar todas las impresiones que le llegan. Sea que creyera en la brujería y la magia, o en que los espíritus de sus antepasados, guiaban su vida y su destino, o en un dios omnipotente que premia o castiga, o en el poder de la ciencia para resolver los problemas humanos; desde el punto de vista de su necesidad de estructura y orientación, es igual. Su mundo tiene sentido para él y se siente seguro de sus ideas mediante el consenso de quienes lo rodean. Aunque el plano esté equivocado cumple su misión psicológica, mientras que la aproximación sea suficiente a la explicación de los fenómenos que sirva para el fin de vivir.

    La imagen teórica corresponde a la verdad solo en el grado en que la practica de la vida está libre de sus contradicciones y de su irracionalidad. Siendo impresionante el hecho de que no hallamos ninguna cultura desprovista de esa estructura y orientación.

    Pero en el comportamiento del hombre, un plano no basta como guía para la acción; el hombre necesita también una meta para saber adonde va. El animal no tiene estos problemas; sus instintos le proporcionan tanto planos como metas. Pero, el hombre, que no tiene determinación instintiva y posee un cerebro que le permite pensar las muchas direcciones en que podría ir, necesita un objeto de “devoción total”, un objeto de devoción que sea el punto focal de sus afanes y la base de todos sus valores efectivos. El objeto coordina sus energías en una dirección y lo eleva por encima de su existencia aislada, con todas sus dudas y su inseguridad.

    En este orden de ideas, la escisión existencial del hombre seria intolerable si no pudiera establecer dentro de si un sentido de unidad consigo mismo y con el resto del mundo natural y humano. Este sentido de unidad lo ha conseguido en la medida en que, además del equilibrio entre sus deficiencias instintivas y el desarrollo del cerebro y sus funciones intelectuales, logra el camino del dominio de todo su entorno a partir de las respuestas sociales dirigidas a la satisfacción de sus necesidades. Es a partir de sus relaciones con los otros de su especie, donde el hombre logra la fuerza que la evolución natural le arrebató con su debilidad física respecto a otras especies animales. Como el camino al paraíso perdido está obstruido por la constitución biológica y en particular neurofisiológica del hombre, éste solo tiene una alternativa: o persiste en su ansia de regreso y le cuesta depender simbólicamente de una madre (O de substitutos simbólicos como la tierra, la naturaleza, dios, la nación, etc.) o progresa y halla nuevas raíces en el mundo por su propio esfuerzo, experimentando la hermandad del hombre, y liberándose del poder del pasado.

    El hombre, consciente de estar aparte, necesita nuevos vínculos con el prójimo, su salud mental misma depende de ello. Sin fuertes lazos afectivos padecerá un aislamiento extremado y una gran desorientación. El problema es que puede relacionarse con los demás de modos diferentes y averiguables. Puede amar a los demás, lo que requiere la conformación de personalidades fuertes, independientes y productivas; o si su sentido de libertad no está desarrollado, puede relacionarse con ellos simbióticamente; o sea, haciéndose parte de ellos o haciéndolos parte de si. En esta relación simbiótica se esfuerza en dominar a los demás (Sadismo), o en ser dominado por ellos (Masoquismo). Si no puede escoger el camino del amor ni el de la simbiosis, puede resolver el problema relacionándose exclusivamente consigo mismo (Narcisismo); entonces él es el mundo, y ama al mundo “amándose” a si mismo.

    Es esta una forma frecuente de resolver la necesidad de relación, por lo general mezclada con sadismo, aunque peligrosa ya que conduce a ciertas formas de trastornos del comportamiento. Por ultimo, el problema de relacionarse con los demás, también es resuelto a partir del ansia de aniquilar a los demás, partiendo de que si nadie existe fuera de mi, no tengo que temer a los demás, ni que relacionarme con ellos. Destruyendo el mundo impido que me aplaste.

    EL ESCENARIO... SOCIAL DEL HOMBRE.

    El transito acelerado hacia una sociedad urbana, industrializada y sometida a la competencia del mercado ha supuesto bruscos cambios en la estructura social, con graves secuelas de inadaptacion, desarraigo, desintegración familiar, aculturación, etc.; operando todos estos acondicionamientos sobre el individuo, especialmente en los estratos mas inferiores, ocasionándole toda clase de sufrimientos, molestias, trastornos y desequilibrios psicológicos y hasta alteraciones de diverso grado en su conducta.

    El aspecto mas importante de los efectos de la sociedad industrializada y competitiva sobre la personalidad del individuo es el fenómeno de la alienación; el cual se entiende como un tipo de experiencia en la cual el individuo se experimenta a si mismo como un extraño.

    El termino “alienación”, sinónimo de enajenación, fue usado por Hegel, y luego fue puesto en uso por Karl Marx en sus primeros escritos de 1.844; proviniendo etimológicamente, la palabra, del vocablo latino alienus, que significa lo ajeno, lo extraño a uno, lo que no es de uno.

    Hegel y Marx traducen el termino alienación en dos formas: como extrañación y como desapropiación. Es decir, una persona está alienada cuando es de manera distinta, ajena, extraña a como debiera ser.

    Ahora bien, si toda persona es según hace; puede ocurrir que alguien haga, o le hagan hacer, lo que no le es propio, y entonces es como hace, esto es, de una manera impropia para si misma. Así tenemos, por ejemplo, que un empleado que de manera obligada, se ve circunscrito a una tarea que no le es propia, que en modo alguno le pertenece; es decir, que en virtud de sus condiciones objetivas preexistentes está haciendo de empleado, porque tales condiciones le excluían de ser quizás albañil, o medico, se encuentra realizando cosas extrañas a si mismo, cosas que no son propia de ese ser concreto que es él.

    Entonces, lo que caracteriza a la alienación es el hecho doble de hacer de ese hombre que está alienado un hombre distinto, alguien que no es el que es, porque no hace lo que le es propio.

    Es significativo el hecho de que este hacer se convierte en algo forzoso, impuesto, e impuesto desde fuera de si mismo; y, cuyas formas de imposición son muy variadas e históricamente cambiantes. Es así como en la antigua esclavitud, al hombre se le imponía su actuación de una determinada manera que nada tenían que ver con su especifica condición y sus peculiares aspiraciones, merced a la violencia mas brutal. Sin embargo, las cosas han cambiado y la alienación puede ser efectivamente impuesta y de modo notablemente eficaz, de manera mas sutil y hasta aceptada socialmente, y jurídicamente normatizada. Por ejemplo, la alienación del trabajador, cuya condición de tal le inhibe de cualquier posibilidad de salir a la búsqueda de quehaceres que, sin duda, le serian propios, es una forma de enajenación de violencia impuestas.

    Cuando se nos impone a cualquier hombre la imposibilidad de no poder decir lo que se piensa y de no tener que sentir como se dice, se nos confiere una alienación en nuestro mas intimo ser de hombre, que es vivir para ser libre, precisamente para poder decir lo que pensamos y sentir lo que decimos.

    En la medida en que la alienación hace al hombre distinto a como quisiera ser o como debería ser; y, en la medida en que el hacer del hombre es impuesto, y, por tanto, impuesto por otro, este hombre alienado se constituye en objeto, mera cosa para ese otro hombre que le impone la alienación, esto es para su explotador. El trabajador es objeto para el propietario, pura cosa que hace a su vez cosas para este, el cual vive del producto que esos hombres - cosas, han hecho para él.

    Esta cosificación implica la referencia a una situación fáctica, a una situación resultante de una alienación de la cual no se es consciente; una alienación que no se sabe a si misma como tal y que, por tanto, se auto limita y se contrae a si misma incapaz ya de plantearse la posibilidad de su propia liberación. Por lo que podríamos concluir que la forma mas profunda de alienación, es aquella que se acompaña de la perdida de conciencia de la propia alienación.

    Es pues este fenómeno de la alienación una de las características fundamentales de la sociedad moderna de nuestros días y la variable que mas incide sobre el conjunto de relaciones que establece el hombre en su escenario social.

    El trabajo, una de las actividades vitales del hombre, se torna cada vez mas repetitivo y automático, donde el trabajador está vinculado al producto de su trabajo como a una cosa extraña. El trabajo desempeñado por el trabajador, no es personal, no es parte de su naturaleza; por lo tanto no se realiza en su trabajo, sino que se niega; se siente mas desdichado que contento; no puede desarrollar libremente sus potencias físicas y mentales, pero en cambio se encuentra físicamente exhausto y mentalmente envilecido.

    No satisface ninguna inquietud creadora espontánea, sino que es un medio para satisfacer necesidades que nada tienen que ver con él; por lo tanto es un trabajo extraño, un trabajo donde se aliena, es un trabajo de auto sacrificio, de mortificación. Este carácter alienado se subraya por el hecho de que el producto de su trabajo no es suyo, sino de otro, y que mientras trabaja no se pertenece a si mismo, sino a otro.

    Como resultado el hombre se siente libremente activo solo en sus funciones animales (Comida, bebida, procreación), mientras que en sus funciones sociales y humanas se ve reducido a un animal. Al manipular la naturaleza inorgánica y crear un mundo objetivo mediante su actividad practica, el hombre se confirma como criatura consciente de su especie; un ser que ve a la humanidad como parte de si mismo y a si mismo como parte de la humanidad. Es por ello que, mientras los animales producen solo de acuerdo con los estándares y las necesidades de su clase, el hombre proyecta y produce de acuerdo con los estándares de todas las especies conocidas; por lo cual al no permitírsele aplicar sus potencialidades y desarrollarlas en función de reproducir el conjunto de la naturaleza, solo se le permite proyectarse en relación a sus funciones animales.

    Una consecuencia inmediata de la alienación del hombre con respecto al producto de su trabajo es la alienación con respecto a los demás hombres. Lo que caracteriza su relación con el trabajo, con el producto de su trabajo, y consigo mismo, caracteriza también su relación con los demás hombres, con su trabajo y con el producto del trabajo de estos.

    Cuando afirmamos que el hombre está alienado con relación a la vida mas amplia de la especie, significa que los hombres están alienados entre si y con relación a la naturaleza humana; la alienación con respecto a si mismo, y, en general, todas las actitudes que el hombre tiene para consigo, encuentra su expresión en la relación con los demás hombres; ya que, al relacionarse con el producto de su trabajo objetivado como a un objeto ajeno, hostil, poderoso e independiente, se relaciona de tal modo que algún otro es dueño de este objeto, alguien que es ajeno, hostil, poderoso e independiente de él, y este ser no es otro que el hombre mismo.

    Partiendo de este núcleo esencial del hombre, que lo define en primer termino como un ser productor, todas las relaciones establecidas por el hombre se edifican sobre y dentro de este contexto y quedan definidas a partir de los conceptos que se establecen en este escenario productivo del hombre. El ámbito social del hombre se encuentra bañado de concepciones que emergen de las relaciones establecidas en la producción y no de las propias necesidades vitales del hombre que le permitirían el desarrollo de todas sus potencialidades.

    Como productor el hombre se encuentra alienado de si y de los demás; pero como satisfactor de sus propias necesidades, el hombre no escapa al acto alienante en el consumo de los bienes que requiere para satisfacer sus propias necesidades. El proceso de consumo se encuentra tan alienado como el de producción. El acto de comprar no se convierte en un acto de posesión de lo útil, de lo que es necesario para el desarrollo de mis potencias humanas. Por el contrario, nos satisface la posesión de lo inútil, de objetos que compramos solo con la pretensión de tenerlos.

    Comemos un pan que carece de sabor y no es nutritivo pero excita nuestra fantasía de riqueza y distinción al ser tan blanco y fresco. En realidad comemos una fantasía y hemos perdido contacto con el objeto real. Nuestro paladar y nuestro cuerpo quedan excluidos de un acto de consumo que les concierne particularmente. Con la botella de pepsicola, nos bebemos la imagen de juventud y dinamismo que nos venden en la publicidad... El acto de consumo se ha convertido en la satisfacción de fantasías estimuladas artificialmente, una actividad fantasiosa alienada de nuestro si mismo real y concreto.

    Mientras que el acto de consumo debería ser un acto humano concreto, en el cual estén incluidos nuestros sentidos, nuestras necesidades corporales, nuestro gusto estético, es decir, nosotros como seres humanos concretos, que perciben, que sienten y que juzgan. El acto de consumo debería ser una experiencia significativa, humana y productiva.

    En este contexto el hombre ha diseñado una estructura social, organizada formal y racionalmente, de tal manera que el conjunto de relaciones que establece, se encuentren inmersos dentro del conjunto de leyes que perpetúen el sistema de producción y consumo diseñado por el hombre mismo. La organización de este sistema integra un grupo de oficios, de status jerarquizados que implican un numero de obligaciones y privilegios estrictamente definidos por reglas limitadas y especificas; atribuyéndosele a cada uno de estos oficios un área determinada de competencia y responsabilidad. Pero estas estructuras sociales creadas por el hombre hacen que los hombre reunidos, ahora en grupos, desarrollen un conjunto de relaciones de corte formal e impersonal donde los intereses del individuo quedan supeditados al mandato de la estructura (Grupo) y donde cualquier descuido en el cumplimiento de las normas, provocará el antagonismo de los que se han identificado con la legitimidad de estas reglas.

    En consecuencia, los problemas mas profundos de la vida moderna surgen de que los individuos pretenden conservar la autonomía e individualidad de su existencia frente a las arrolladoras fuerzas sociales, a la herencia histórica, a la cultura externa impuesta o a la técnica inventada por el hombre para el control de la naturaleza y de sus propias relaciones humanas. El hombre se resiste a ser sumergido y deteriorado por el mecanismo socio-tecnológico creado por el hombre mismo, y que ahora lo amenaza con aplastarlo.

    EL HOMBRE SOLO DE NUESTROS DIAS...

    Nuestros juicios se encuentran formados (Deformados) porque vivimos en una sociedad que tiene como pilares de su existencia la propiedad privada, el lucro, el poder y el consumo. Adquirir, poseer y lucrar son los derechos inalienables del individuo en la sociedad industrial de nuestros tiempos.

    Las normas con que funciona la sociedad también moldean el carácter de sus miembros y los patrones culturales pueden desempeñar un gran papel en la determinación de variables de la conducta humana. Estos patrones incluyen no solo normas morales y costumbres, sino patrones mas sutiles de motivación y relaciones interpersonales.

    Las variaciones en el juicio y en el sistema de creencias (Religiosas y filosóficas) han sido integradas en otros patrones culturales y como resultado de esta síntesis, hoy día se comprenden mejor los efectos del patrón cultural sobre el desarrollo de la persona. Los valores que un ser humano acepta, introyecta e incorpora tienen mucho que ver con las actitudes que ha de asumir ante cada una de las situaciones que le toque vivir, afectando el desarrollo sensorial del individuo. A medida que evoluciona el desarrollo sensorial , el organismo social evoluciona de forma paralela en la tarea de establecer un vinculo entre el individuo y su entorno social.

    Sin embargo, esta reacción adaptativa de tipo social choca con las estructuras ideológicas donde se desarrolla la actividad practica del individuo. Las estructuras sociales diseñadas por el hombre no han sido capaces de liberar la tensión que provoca la inserción del individuo a su praxis social. Desde su entrada a la estructura familiar, el individuo se encuentra inmerso en una competencia que es reflejo de la competitividad de la sociedad en su conjunto. La estructura social nuclear constituida por la familia es el primer escenario donde se aprenden las reglas del juego social y donde se producen los “ciudadanos” que luego mantendrán la legitimidad del sistema socio cultural establecido.

    En este contexto, desde temprana edad, el individuo siente un rechazo manifiesto en su incapacidad de integrarse al mundo de exigencias de los patrones culturales enseñados por la estructura familiar, lo cual produce una reacción adaptativa y defensiva de características inconscientes y que se enfrentan al conjunto de necesidades propias de todo individuo que intenta ganar un espacio en la sociedad donde le toco existir.

    La personalidad del individuo se ve en la necesidad de estructurar respuestas globales a situaciones que experimenta como amenazantes para su existencia organizada. Dentro de este conjunto de respuestas se encuentran la angustia, la vergüenza , el miedo, etc. Y es precisamente la angustia la principal cualidad que definirá toda la existencia del individuo en su comportamiento social.

    La angustia se caracteriza por ser un afecto de incertidumbre e impotencia ante una amenaza que no es percibida del todo o que lo es en forma vaga e imprecisa. El ser humano va adquiriendo la cualidad de tener por lo menos una vaga aprensión y, en ciertas circunstancias, la advertencia clara e inequívoca de su impotencia ante las contingencias de su vida social. Tiene conciencia de su vulnerabilidad y finitud. Y, aunque la angustia es una experiencia humana universal e ineludible por que cada desarrollo individual entraña la necesidad de separarse de las fuentes de seguridad, de acometer situaciones nuevas y cada vez mas complejas, de internarse en lo desconocido y escoger entre distintas posibilidades; la angustia, también es producto, y se expresa en formas patológica, cuando los grados de hostilidad socio culturales enfrentan al individuo a una progresiva desvinculación de éste con su entorno social.

    Como resultado a esta situación hostil el hombre moldea la visión de si mismo. El desarrollo de esta autoimagen es un proceso dual, dependiente de un mecanismo estrechamente engranado en las fuerzas interpersonales, que modelan la percepción de uno mismo y de su ambiente social, psicológico y cultural y que, a su vez, pule, perfila y condiciona la autopercepción.

    Producto de esta situación aprensiva la persona empieza a desvincularse de sus procesos vitales, negando su importancia y su valor y sometiéndose a una intensa experiencia interior relacionada con el aislamiento en un sentido tanto físico y geográfico, como social; resultante de la insatisfacción de la necesidad básica de los seres humanos de experimentarse vinculados a otras personas.

    En la sociedad contemporánea se supone que el modo de existencia humano está enraizado en el dogma de que el hombre es básicamente perezoso y pasivo por naturaleza, y que no desea trabajar ni hacer nada, a menos que sea impulsado por el incentivo de una ganancia material, o por el hambre o por el temor al castigo. Casi nadie duda de este dogma, el cual determina nuestros métodos de educación y de trabajo. Y son precisamente este conjunto de factores los que determinan el estado de saparatidad y soledad en los que se encuentra inserto el hombre de nuestros días.

    El trabajo, cualquiera que sea la aversión que produce en la persona, es una experiencia valiosa y significativa. Es un puente que se tiende hacia la realidad, es una seña de identidad personal y tiene implicaciones psicológicas de grandes beneficios para el individuo. El trabajo realizado por una persona es un excelente marco de referencia dentro del que opera el sujeto y, el cual nos proporciona una posibilidad de dialogo al estructurar una situación que facilita el contacto. Sin embargo, esta experiencia vital del hombre se encuentra en una situación de alienación tal que le impide un contacto efectivo con el mundo que crea, social y material.

    Las mismas características son asumidas por la educación que forma las personalidades dentro de las diversas sociedades en las que el individuo se desenvuelve. La falta de amor, de interés y aceptación autentica por la individualidad de cada miembro de la sociedad, llena cada uno de estos procesos vitales del hombre, de las condiciones y variables que le conformarán como un individuo aislado.

    Las tendencias estructurales de la sociedad moderna y el carácter manipulativo de sus técnicas de comunicación, confinan a los hombres en ambientes y rutinas estrechos que les hacen perder todo sentimiento firme de integridad e identidad. Sumergido en sus rutinas, el hombre, no trasciende ni tiene idea de la estructura de la sociedad ni de su papel en ella. Los ambientes sociales, en donde se mueve el hombre, son una estructura compuesta de pequeños compartimientos, y la gente que se ubica en uno de ellos tiende a aislarse de la que pertenece a otros.

    A MANERA DE CONCLUSION: EN BUSCA DE UNA SALIDA ...

    El problema de la soledad del hombre no es un problema aislado de toda la situación social en la que se encuentra inmerso el individuo. Son variados los factores que influyen en la conformación de los diversos tipos de personalidades del ser humano; es decir, son muchos los esquemas que introyecta el individuo en sus contactos con su medio humano y material. La cultura de su geografía de origen, la historia, el medio familiar, el ambiente ideológico, los avances científicos, la universalidad de la praxis social..., son todos factores que, de alguna manera, determinan el carácter de un individuo; haciéndose materialmente imposible controlar los efectos que todas estas situaciones provoquen en un determinado sujeto.

    Pero, es indudable, que solo un cambio fundamental del carácter humano de un predominio de los modos de vida inculcados por la sociedad competitiva a un predominio de un modo de vida que implique la comunión de intereses vitales del ser humano, puede salvar al hombre de una virtual catástrofe psicológica que lo aísle de la convivencia social, propia de su esencia natural.

    Este conjunto de transformaciones solo son posibles si creamos otro tipo de sociedad que esté mas en equilibrio con las condiciones que necesita el hombre para la satisfacción de sus necesidades vitales, no solo de tipo material, sino también de tipo social y psicológico. Sin embargo, para la posible creación de una sociedad nueva se hace necesario advertir las dificultades casi insuperables a que debe enfrentarse este intento. La vaga conciencia de esta dificultad probablemente es una de las principales razones de que se hagan muy pocos esfuerzos por realizar los cambios necesarios. La dirección hacia donde apuntan estas dificultades va dirigida hacia la perpetuación de los valores culturales e ideológicos que mantienen el estado de convivencia propia de una sociedad alienada por el consumo irracional. Pero aun así, las dificultades a vencer para la construcción de una sociedad mas humanizada, que de “respuestas humanas” al ser humano, pueden ser como las que señalaremos a continuación:

    ·Tendría que resolverse el problema de como continuar el modo de producción industrial, sin padecer una centralización total.
    ·Se debería combinar una planeación total con un alto grado de descentralización, y renunciar a la economía de mercado libre, que en gran parte se ha convertido en una ficción.
    ·Se tendría que renunciar a la meta de un crecimiento ilimitado, y cambiarla por un crecimiento selectivo, para no correr el riesgo de un desastre económico.
    ·Tendría que crearse condiciones de trabajo y un espíritu general en que los estímulos eficaces no fueran las ganancias materiales, sino otras satisfacciones psíquicas.
    ·Debería fomentarse el progreso científico y, al mismo tiempo, impedir que sus aplicaciones practicas se convirtiera en un peligro para la especie humana.
    ·Se tendría que crear unas condiciones en que se gozara de bienestar y alegría, y no la satisfacción del afán del placer máximo.
    ·Tendría que ofrecerse una seguridad básica a los individuos sin que dependiera de una burocracia para mantenerse.
    ·Deberían restaurarse las posibilidades de la iniciativa individual en la vida, y no en los negocios.

    En resumen crear las condiciones materiales para una convivencia social basadas en la solidaridad y el respeto para el ser humano consigo mismo y para con el prójimo. Una sociedad que aliente el surgimiento de otro tipo de hombre con disposición a renunciar a todas las formas de “tener”, para poder “ser” plenamente y, que sienta la seguridad y un sentimiento de identidad y confianza basados en la fe en lo que uno es, en la necesidad de relacionarse, interesarse, amar y solidarizarse con el mundo que nos rodea, en vez de basarnos e el deseo de poseer, dominar el mundo, y así volverse esclavo de sus posesiones.

    La creación de una sociedad que permita el desarrollo de la imaginación del hombre, no para escapar de las circunstancias intolerables, sino para anticipar las posibilidades reales, como medio para suprimir las circunstancias intolerables...

    Este es el esfuerzo que nos exige la conciencia que tomemos de los que somos, de lo que son los demás, y de la importancia de reconocernos como seres humanos, es decir, como seres sociales; que somos en la medida en que “el otro” también es.







    BIBLIOGRAFIA

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